FAMILIA Y EDUCACIÓN. CONCEPTOS BÁSICOS. PARENTALIDAD Y MATERNAJE
Resumen de textos extraídos de curso dinámica familiar un espacio posible para el diseño cerebral cursos a distancia red psicoterapéutica. Rosario.
Por Laura Gerula
Cuando hablamos del sistema familiar debemos considerar algunas categorizaciones y consideraciones generales sobre el mismo y la calidad de vínculos que se generan en este ámbito, dado que el comportamiento que tengan los padres para con sus hijos producirán en estos reacciones neuroquímicas que pueden influenciar el desarrollo de estructuras biológicas saludables o deficitarias.
En un sentido general la familia es la unidad básica de la sociedad alrededor de la cual se mueven todos los individuos.
La familia tiene características que ayudan a su definición:
La familia como sistema social universal: en todas las sociedades, el grupo familiar es el primero que entra en contacto con el individuo y el que más influencia ejerce sobre él.La familia como macrocosmos social: en la familia se reproducen las relaciones sociales con un diferenciación de los roles en función de la edad, sexo, etc.La familia como sistema abierto: un sistema es un conjunto de partes o unidades que conforman un todo complejo y estructurado.
En la familia, los miembros constituyen las unidades que forman subsistemas (subsistema conyugal, subsistema hermanos, subsistema abuelos) que configuran el sistema familiar. La familia es un sistema abierto que mantiene relaciones con otros sistemas.
La familia como agente socializador: la familia transmite conocimientos, modelos y valores propios de la sociedad, que el individuo asume como propios.La familia como grupo primario: en los primeros años de nuestra vida establecemos contacto e intensos lazos con un grupo reducido de personas, nuestra familia.
Es una relación primaria sin la cual sería imposible sobrevivir. La pertenencia a dicho grupo viene determinada de manera involuntario, por el hecho de haber nacido en el seno de una familia u otra.La familia como institución: la familia junto con la religión son las únicas instituciones desarrolladas universalmente en todas las sociedades.
La familia es la mayor fuente de apoyo social y personal de que pueden disponer las personas, tanto en los periodos de independencia como en los de dependencia (niñez, enfermedad, desempleo, etc.)
Podemos pensar a la familia desde dos estilos diferentes; lo establecido, universal, lo legal, formal o lo informal que emerge en la dinámica de interacciones humanas, se da en el devenir y se inscribe en un contexto. Se trata de dos estilos de producir y pensar un determinado orden u organización .
Lo fundante de lo humano es la aparición de la subjetividad y la creación de vínculos, que no son conexiones entre entidades (objeto-sujeto) preesxistentes, ni estructuras fijas e independientes sino que emergen con aquello que enlazan en una dinámica de autoorganización, pues los vínculos no se decretan, son un proceso de creación constante. La familia no es una entidad abstracta definida por códigos civiles; relaciones y obligaciones fijadas por la ley se entraman, colisionan, fecundan, inhiben, facilitan o restringen los juegos vinculares. En el juego de la diversidad nos encontramos con configuraciones y producciones de subjetividad, con lugares diferenciales, con intensidades y asimetrías, pero todo esto debe pensarse situacionalmente.
La familia no se define por la procreación, sino que es el producto de un juego social en una cultura dada. La familia es una red viviente de lazos emocionales vistos a través de la lente de su cultura y su lugar en el ciclo vital individual y familiar.
En las familias y desde el modelo relacional existen criterios para pensar la direccionalidad de los vínculos: la parentalidad (funciones parentales) y la conyugalidad (funciones conyugales), de los padres con los hijos en el primer caso y de los padres entre si en el segundo caso.
Por parentalidad se entiende la plasmación de la nutrición emocional en el contexto relacional paterno filial: un conjunto de funciones que incluyen la sociabilización, pues nuestro cerebro necesita de otros cerebros para ser estimulado. Así como el reconocimiento, la valorización y el cariño imprescindible para garantizar la consolidación como individuo; las expresiones de afecto estimulan la actividad cerebral. La modalidad con que los padres se relacionan con sus hijos, la forma en que permitan que realicen sus experiencias producirán caminos neuronales, estos aprendizajes influirán en el futuro de ese sujeto.
Las funciones conyugales en cambio están exentas del componente sociabilizador y se basan fundamentalmente en una oferta relacional que al reconocimiento, la valorización y el cariño añade el deseo.
En un sentido más específico la familia alude al concepto de estructura vincular, que daría cuenta de la relación del sujeto con el mundo, relación que tiene dos dimensiones: la intersubjetiva y la intrasubjetiva. Son dos dimensiones que se interpenetran, generando una a la otra simultáneamente.
Hay estados que muestran que las personas que disponen de un sistema de apoyo familiar efectivo soportan mejor las crisis de la vida. Dichas crisis pueden ser accidentales (enfermedad) o vitales (nacimiento de un hijo)Pensar en un proyecto familiar requiere la convicción de tener que construir una cadena de sostenes para que la crianza de los hijos sea posible. Este conjunto de virtudes que activa lo mejor de cada uno se llama familia. El nacimiento de un hijo siempre implica un cambio, una crisis en el sistema familiar, generando transformaciones en los vínculos de la pareja y por supuesto en la desestructuración emocional de la propia madre, que es normal, pero dependiendo de cómo se desarrolle todo este proceso se pueden producir enfermedades físicas en el bebé debido al reflejo de los aspectos emocionales reprimidos de la mamá. En la enfermedad del niño se proyecta lo que le falta, lo que rechazó, lo que olvidó o lo que despreció.
MATERNAJE Y ORGANIZACIÓN DE DINÁMICAS VIOLENTAS
Según esta autora todas las formas de violencia, pasivas o activas, concretas o sutiles, se generan a partir de la falta de maternaje, es decir, a partir de la falta en la calidad de atención, calidez, amor, brazos, altruismo, generosidad, paciencia, comprensión, leche, cuerpo, mirada y sostén….recibidos o no- desde el nacimiento y durante toda la infancia.Desde el punto de vista del bebé, toda experiencia sin suficiente apoyo y sostén, es violenta. Porque actúa en detrimento de las necesidades básicas.
Sencillamente, un bebé pequeñito llega al mundo sin ninguna autonomía. Recién adquiere la capacidad de desplazarse por sus propios medios alrededor de los nueves meses, gracias al gateo. Y necesita alrededor de dos años para tener conciencia de su ser separado. Y luego precisará varios años para que pueda salir solo a la selva urbana. Necesita del adulto para sobrevivir.
Por supuesto que requiere que se le procure alimento, higiene, calma y silencio para dormir. También sabemos que el niño necesita contención, calor, cercanía de otro cuerpo, leche, mirada, palabras y sobre todo alguien que haga de mediador entre él y el mundo externo. Si no recibe una calidad de atención acorde con sus necesidades básicas, esa falta la vive como violenta. Es la violencia del desamparo.
La realidad es que la mayoría de los bebés llegan al mundo sin una mamá o persona maternante capaces de sostener y fundirse en la inmensa necesidad de ser sostenidos y acariciados en forma permanente. En la actualidad, los bebés no reciben incondicionalmente lo que piden, porque siempre hay un adulto cerca para no estar de acuerdo y para tener una opinión al respecto.
Generalmente se trata de las mismas madres amorosas que entramos en contradicción con nuestros propios pensamientos. El asunto es que no es un período para pensar. Es un período para entrar en fusión emocional. No hay que buscar razones, ni elegir concienzudamente la mejor opción. No hay reglas a seguir ni consejos aplicables. En estos casos los niños quedan prisioneros de lógicas incomprensibles, alejados de los brazos de sus madres y solos.
Los bebés unánimemente explican una y otra vez a través de sus interminables y prístinos llantos, dónde está su lugar. El bebé que no está en contacto con el cuerpo de su madre, experimenta un inhóspito universo vacío que lo va alejando de su anhelo de bienestar que traía consigo desde el período en que vivía dentro del vientre amoroso de su madre. El bebé recién nacido no está preparado para un salto a la nada: a una cuna sin movimiento, sin olor, sin sonido, sin sensación de vida. Esta violenta separación de la díada causa más sufrimientos de lo que podemos imaginar y establece un sin sentido en el vínculo madre-niño.
Cuando las expectativas naturales que traía el pequeño son traicionadas, aparece el desencanto, junto al miedo de ser nuevamente herido. Y después de muchas experiencias similares, brota algo tan doloroso para el alma como es el enojo, el miedo y la resignación.
Cuando ese ser tan pequeñito no se siente valioso ni bienvenido, se convertirá necesariamente en un ser humano sin confianza, sin espontaneidad y sin arraigo emocional. Todos los bebés son valiosos, pero sólo pueden saberlo por el modo en que son tratados. En los países desarrollados, las madres compramos libros con indicaciones sobre cómo atender a nuestros hijos, sobre cómo dejarlos llorar hasta que se duerman y cómo abandonarlos en el vacío emocional sin siquiera tocarlos. Las madres jóvenes desconfiamos de nuestra capacidad innata de criar a nuestros hijos, y desoímos los motivos que tienen los bebés para transmitir señales que son inconfundiblemente claras.
La noche en particular puede ser terrorífica para los niños al no percibir ningún movimiento. El tiempo aparece como un hecho doloroso y desgarrador si la madre no acude, a diferencia de las vivencias dentro del útero donde toda necesidad era satisfecha instantáneamente. Ahora la espera, duele. De hecho, los niños lloran hasta dormirse. Al despertar, finalmente encuentran confort en brazos de sus madres. Pero ya no confían, están atentos y se aferran con vigor a los pechos calientes. Los muerden, los lastiman. Tienen miedo. El miedo los acompañará siempre, incluso en esos momentos en que están reconfortados. Porque saben que el silencio volverá en cualquier momento a devorarlos. Nunca más dejarán de estar alertas. No cuentan con nadie y el mundo es hostil.
Cuando nuestros hijos lloran o reclaman más de lo normal, creemos que se han constituido en enemigos que las madres debemos vencer. La idea básica alrededor de esta moda estima que satisfacer las necesidades de un bebé o niño pequeño los convierte en malcriados, aunque paradójicamente, obtenemos una y otra vez el resultado opuesto al esperado. De hecho, los bebés siguen siendo demandantes, se enferman, se accidentan y nos traen muchos dolores de cabeza. En la medida que van creciendo, la psique se organiza adquiriendo ciertos mecanismos de supervivencia, para sufrir lo menos posible. Algunos de esos mecanismos son visibles, como los niños que pegan o muerden para sentirse valiosos; otros son invisibles, como los niños que suelen ser víctimas de otros niños, o los que se deprimen o pasan desapercibidos, o bien los que se enferman con demasiada frecuencia, logrando de ese modo obtener la mirada y la atención que siempre necesitaron.
En la medida que no estemos dispuestos a atender y satisfacer las necesidades naturales y legítimas de los niños pequeños, estamos induciendo a perpetuar las dinámicas violentas. Porque un niño no satisfecho, es un niño que insistirá por diferentes medios conquistar lo que necesitó genuinamente. Así crecerá, se convertirá en adolescente, en joven y en adulto: como un ser necesitado. Entonces golpeará a otros, robará, manipulará situaciones, se convertirá en víctima de otros, luchará por obtener lo que creerá imprescindible para su supervivencia emocional. Aunque habrá olvidado lo que siempre quiso pero no podrá conseguir, por más fuerte y poderoso que devenga: no podrá obtener más mamá. Todas las formas de violencia que tanto nos preocupan, tienen un común denominador: la necesidad primaria no satisfecha. Cuando algo vital para la supervivencia emocional, no lo podemos incorporar, nos desesperamos. Y la desesperación por vivir, nos obliga a buscar modos de apropiarnos de lo que sea. Puede ser el deseo del otro, el cuerpo del otro, el prestigio del otro, o lo que sea que la conciencia perciba como alimento espiritual.Por eso, si reconocemos nuestras propias limitaciones afectivas, nuestras incapacidades para reconocer el deseo del niño que es diferente al nuestro (y justamente por eso no lo toleramos) veremos que la dedicación, el altruismo y el tiempo de dedicación exclusiva hacia los niños pequeños, constituye la verdadera prevención contra todo tipo de violencias.
Los niños sostenidos, acariciados y respetados están en paz consigo mismos. No necesitan luchar por un territorio emocional, porque les sobra. No hay guerra interna o externa para librar. No les incumben las peleas. Los niños amparados y fusionados saben que obtendrán lo que necesitan. Esa es la experiencia cotidiana que repiten a cada instante y que conforman una rutina sin sobresaltos. Así se establece la seguridad interior y posiblemente ya no se muevan nunca más de las entrañas de esos seres. Sentirse seguros, amados, tenidos en cuenta, estables y con total confianza en ellos mismos y en los demás…será obviamente el tesoro más preciado para el despliegue de sus vidas.